Antes de pasar a describir los platos, sentados ya en la mesa, pasa a saludarnos Bene, una antigua compañera de trabajo, y de padel, que celebraba en el mismo restaurante una comida familiar, lo que nos recuerda una vez mas que el mundo es un pañuelo.
El cordero, como no podía ser de otra manera, exquisito, como nos explicaba Paloma, cuyo padre vendía corderos a Tinín hace ya muchos años, son corderos que solo tomaban leche y una pequeña ración de pienso para complementar la alimentación y a los pocos meses, y antes de comenzar a pastar son sacrificados, por lo que la carne es muy suave, y con la experiencia que tienen en este restaurante con el asado, solo queda corroborar el resultado, con un sabor estupendo y con la salobridad justa para que notes que ni soso ni salado.
Acompañamos la comida con un Pago de Carraovejas, un buen vino, que curiosamente nos salió mas caro que el cordero. Los que tomaron postres, se decidieron, como no podía ser de otra manera, por los postres caseros, un ponche (bizcocho remojado) y flan, que probé y recibieron no solo mi aprobación sino la de los peticionarios.
Como resumen, un restaurante típico de una zona con espíritu medieval, un pueblo con una insigne historia, en el que es muy aconsejable una visita guiada para enterarse con algo más de profundidad, y si ya vas con amigos que te guíen a una visita a las Hoces del Duratón desde una perspectiva absolutamente nueva y distinta a la clásica, pues que os voy a contar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario